jueves, 24 de mayo de 2007

LA VIDA ETERNA

Últimamente he podido dedicar poco tiempo a la lectura, pero no quiero dejar de comentar el último libro de Fernando Savater. Resulta paradójico que los no creyentes seamos aquellos que sí creemos en la finitud de la existencia humana, los que nos acogemos, a veces con cierto rubor y otras con exceso de celo, a lo que resulta verificable, mientras que los 'creyentes' observan vida más allá del fin 'biológico' palpable y cierto. Bien, este es un libro que aborda la angustia vital del ser humano: la certeza de su muerte. Savater describe el papel cohesionador histórico de la religión, y el simbolismo, necesario para muchos, de superación del fatídico final a través de la fe. Es un análisis respetuoso que ha cambiado mi modo de ver la religión, y que arroja luz sobre cuestiones que ateos, agnósticos y religiosos se plantean. Más allá de los dogmatismos, de los ritos y supersticiones que pueblan las distintas culturas, existe una constante necesidad de no ser absorvido y fagocitado por el devenir de la historia, hasta que el olvido nos deje arrumbados en cualquier rincón oscuro. O ni eso. El papel vertebrador, y también, por qué no decirlo, represor de las religiones, es analizado con serenidad por un pensador poco dado al sosiego. Y el laicismo. Su definición y defensa del laicismo (que cualquier creyente sensato puede entender y compartir) me han parecido muy interesantes.
Los libros que he leído de Savater suelen carecer de un sistema. Más bien se abre paso entre el caos, a través de la ironía y la procacidad verbal (por eso me gusta tanto). Pero este libro me ha parecido más sereno, más pensado. En este clima actual en que Dios parece cobrar un nuevo vigor, me parece que este puede ser un libro importante.


LIBRO: SAVATER, Fernando, "La vida eterna", Ariel, Madrid, 2007.

2 comentarios:

rafa dijo...

Creo no sentir,por lo menos de momento,esa angustia vital por la certeza de mi muerte.Sé que mi cuerpo físico desaparecerá,pero éste es sólo un envoltorio más o menos deteriorado que en algún momento habrá que desprenderse de él.Lo que importa es resguardar su contenido.El pensamiento del hombre contribuye,aunque sea en mínima medida, como legado de la Humanidad al desarrollo universal.
A mí, lo que siempre me ha llevado de cabeza realmente, es el problema de la Creación. Y al hablar de Creación me refiero no sólo al mundo físico que conocemos o que intuímos que existe, sino al mundo de las ideas, al mundo de ese pensamiento que espero se perpetúe.

Kurro dijo...

Yo creo que no se trata tanto de una "angustia" vital, sino más bien de la conciencia de la finitud de la vida. Socialmente es fácil percibir la insistente negación del envejecimiento que delata nuestra fragilidad, nuestra fugacidad: operaciones quirúrgicas, liftings, cremas antiarrugas, la proliferación de los gimnasios, comidas light... Incluso culturalmente, aquello que nos convierte en seres vulnerables, que tienen necesidades biológicas, tiende a ser guardado en un ámbito privado. A nadie se le escapa un pedo en su primera cita. Nadie tiene esas debilidades cuando se trata de flirtear, y hacerlo sería imperdonable. Intimar con alguien es romper esas barreras que "protegen" nuestra fragilidad. Y aún así, siempre guardamos un cierto ámbito para nosotros solos. Y precisamente de la conciencia de nuestra fragilidad y de la de los demás (eso que Savater llama "lo sagrado") nace la moral. Por eso el ser humano es el único omnívoro que puede hacerse vegetariano por una cuestión moral.
La fantasía de los hombres ha rondado el deseo de inmortalidad mucho tiempo. Quizás la necesidad de que el pensamiento y las ideas perduren sea una especie de paliativo (aunque no dudo que hayan otras motivaciones) ante ese punto final. Dice Savater, y yo estoy de acuerdo, que el hombre soporta mal la indifferencia. Somos seres sociales y la muerte es la mayor expresión de indiferencia de la naturaleza, algo sobre lo que no podemos decidir. Yo creo que con mayor o menor grado de superstición (no lo digo en tono despectivo), todos tendemos a generarnos una balsa en la que poder escapar para darle sentido a la existencia. La perpetuación de las ideas podría ser una: en la medida en que éstas perduran en la comunidad de pertenecia, la muerte no será total. El hecho es que la nuestra es una especie que no ha sido capaz de "convivir" bien con la muerte, como sí parece que lo hace el resto, y ante ella las "soluciones" han proliferado a lo largo de los siglos.
El problema que plantea Savater es en qué medida la religión puede o debe condicionar las regulaciones sociales. Al igual que José Antonio Marina, plantea que existen diversos niveles de verdad: la verdad privada y la verdad social son dos de ellos, y en los últimos tiempos parece que el conflicto entre ambas está creciendo. Savater plantea el laicismo como solución, algo que en este país todavía estamos lejos de alcanzar.