jueves, 14 de diciembre de 2006

LOS TIMADORES

Jim Thompson es el responsable de una de las novelas que más me gustan, "1.280 almas". Más tarde me enteré que también firmaba el guión de dos de mis películas favoritas: "Atraco perfecto" y "Senderos de gloria".
Desde que empecé a escribir me percaté de lo difícil que resulta librarse de las florituras gramaticales. Como en el cine, nada es más complejo que encontrar la sencillez, procurar que el espectador olvide que se encuentra frente a un relato articulado y compuesto de forma consciente por alguien. En montaje, con frecuencia, es más difícil decidir aguantar el plano que pegar un corte y cambiar de ángulo. Y hacerlo sin que el espectador se percate, más todavía. Por eso cada día disfruto más con el cine clásico, donde la premisa principal era, precismente, no sacar al espectador de la película, y en torno a eso se configuraron una gran cantidad de reglas que han dado como resultado el lenguaje cinematográfico que conocemos hoy.
Con la literatura suele pasarme algo parecido. No quiere decir eso que no sea capaz de disfrutar con un Joyce, pero por lo general, cuando me asomo a una novela espero que me cuenten una historia, espero que me atrape y que me impida despegar los ojos del papel, y que no me haga detenerme en cada párrafo para contemplar el extremo dominio del lenguaje que tiene su autor. Me parece extremadamente difícil, y requiere mucha humildad. Por eso, entre otras muchas cosas, me gustó tanto "1.280 almas". Y por eso he querido leer algo más de este autor.
"Los timadores" es una novela de personajes con doble fondo. Personajes solitarios que anhelan sin saberlo dejar de estar tan solos. Ni hay una acción trepidante, ni hay una aventura alocada. Se trata de una descripción descarnada de las extrañas relaciones de los personajes cínicos que, por lo que he podido comprobar, pueblan las novelas de Thompson. Una visión ácida y pesimista sobre la naturaleza humana, o mejor dicho, la mentalidad americana. La verdad no prospera, y el amor se infecta y corrompe con el tiempo hasta convertirse en una masa pútrida que desdora los sueños de cada personaje. Negro como el carbón, o como dice Mercé, "como un buen blues".
Sin embargo no creo que esta sea una novela redonda. Hay alguna que otra línea argumental que se pierde levemente, y quizás las diatribas del protagonista no están suficientemente trabadas. Aún así, es francamente entretenida, y los personajes tienen la suficiente fuerza como para mantenerte sentado hasta la última página. Si bien creo que no llega a la ya citada "1.280 almas", "Los timadores" es una novela perfecta para una tarde de domingo. Por mi parte, seguiré leyendo más obras de este autor.

LIBRO: THOMPSON, Jim, "Los timadores", Ed. El Aleph, Barcelona, 2005.

2 comentarios:

rafa dijo...

cuánta razón tienes cuando hablas de lo difícil que resulta escribir y,sobre todo escribir sin florituras.Porque con las florituras podemos distraer al lector,alejarle un poco del meollo de la cuestión para que no advierta nuestra ineptitud a la hora de plasmar una idea o un concepto.Decimos ¡qué bonito!,pero luego nos preguntamos ¿qué habrá querido expresar?,no le encontramos contenido.Pero la sencillez,solamente la sencillez,sería un poco aburrido como no fuera que la historia que cuenta tuviera un interés tal que te hiciera olvidar y perdonar cómo la había escrito.Creo que lo mejor es aunar ambos criterios para ofrecer al lector un mayor grado de aceptación.
Todo está en función de lo que cada uno busque en la lectura.Posiblemente a ti pueda interesarte más el contenido que la forma.Sin embargo yo le doy prioridad a la forma.Me viene a la mente una novela de García Márquez,"Crónica de una muerte anunciada".En ella sabemos de antemano lo que va a ocurrir,cuál va a ser su desenlace.Sin embargo a medida que vas leyendo te entra ese regusto,esa satisfacción,ese disfrute con algo que está bien relatado sin importarte lo que te está contando.Y,que conste que no quiero arrimar el ascua a mi sardina.Me doy cuenta que cuando leo no consigo extraer todos los contenidos que ha querido expresar el autor porque no pongo la sufifiente atención en ellos.De esa manera mi lectura se hace más superficial y sólo caigo en ello cuando leo alguna reseña más cualificada de un crítico literario o de otras personas que dan su opinión.
Pasando a otro tema,habrás observado(yo por lo menos sí) que me he apropiado de un término empleado por tí en la descripción de "Los timadores","descarnado".Lo siento,ha sido inconscientemente,no se volverá a repetir.(Es broma).
No he leído nada de Jim Thompson.Trataré de hacerme con algún ejemplar para ver cómo resulta.Espero que no me pase lo mismo que cuando me recomendaste a Henning Mankell.La primera novela que leí me interesó,pero cuando ya llevaba cinco o seis todas me parecían iguales.Y,espera que se jubile Wallander,dando paso a Linda y a sus nietos.

rafa dijo...

CON SENCILLEZ

Andrés terminó de comer.El restaurante estaba lleno.Se levantó,pagó su cuenta y salió a la calle,de vuelta a la oficina.

CON FLORITURAS

Andrés dió una chupada a su cigarrillo y el extremo opuesto de éste se mostró incandescente.Aspiró con fuerza el humo hasta el fondo de sus pulmones y,a continuación,lo expulsó lentamente,deleitándose con fruición,mientras veía ascender inexorablemente las volutas de humo atraídas por la turbina extractora situada en el techo.El restaurante lo habían remodelado recientemente,acomodándolo a las nuevas exigencias de la Ley Antitabaco.Los tonos pastel de la pintura y las luces indirectas,situadas estratégicamente,le conferían un aspecto más acogedor.Mientras sorbía el café cortado que le había traído con presteza el camarero,Andrés,ensimismado en sus pensamientos,medio adormecido por la copiosa comida que había ingerido,parecía no darse cuenta del bullicioso ambiente que le rodeaba.De pronto miró el reloj,¡las 4!.Tenía que volver el trabajo.Reclamó la presencia del camarero, mediante un gesto de su mano derecha, para solicitar la cuenta.Se levantó de la silla,se enfundó la gabardina y salió a la calle.Un viento frío azotó su rostro.Estaba llegando el invierno.Levantó las solapas de su gabardina para protegerse,se caló el sombrero y se encaminó,de nuevo,hacia la oficina.