domingo, 8 de julio de 2007

REFLEXION

Resulta cada vez más infrecuente encontrar personas con quienes poder mantener un intercambio epistolar que permita compartir venturas y desventuras,también conocimientos y opiniones,un volcar el yo diario que te ayude a superar los momentos de crisis y te aliente para nuevos proyectos,reflejando tus emociones de alegría,insatisfacción,esperanza,triteza,ilusión e inquietudes. No sé si da pereza escribir o nos cuesta sincerarnos. O puede ser que yo me haya quedado estancado en el pasado cuando éste era el único medio para contrarrestar las ausencias espaciales o temporales. Encuentro que soy más yo mismo cuando escribo que cuando hablo por teléfono o cuando "chateo" (en mis tiempos "chatear" era irse de vinos) en el ordenador con el nuevo lenguaje fonético de ahorro de palabras y abreviatura de términos. Entiendo que mi edad sea una cortapisa para adaptarme a los nuevos medios y asimilarlos con la rapidez que estos se expanden, pero opino que, cuando escribes, reflexionas más lo que quieres expresar, aunque sea cierto que pierdes algo la frescura de la inmediatez del lenguaje hablado.

5 comentarios:

Kurro dijo...

Creo que es cierto lo que dices. A pesar de que también suelo escribir con rapidez, muchas veces debido a la escasez de tiempo, cuando necesito ordenar ideas, reflexionar sobre algo que me interesa, recurro a la escritura. De hecho, ni siquiera a la escritura digital, sino al papel y al boli. Los esquemas, las anotaciones y subrayados siempre me han ayudado a meditar y a estructurar bien lo que se quiere decir.

Pero a mí siempre me ha gustado el debate oral. Me encanta el juego dialéctico. Reconozco que con frecuencia lo asumo como si fuera una partida de ajedrez, intentando descubrir las debilidades argumentales del otro. Pero, por suerte, procuro que eso no se convierta en una obsesión e intento reconocer cuándo las debilidades son mías. Y aprendo. O al menos lo intento.

Hay personas que me intimidan. La enormidad de sus conocimientos me abruman, y en esos casos, me limito a quedarme embobado y escuchar. Luego me retiro, maldiciendo mi tremenda ignorancia y procuro inútilmente ponerle fin. Suelen ser esas personas que al escucharlas te descubren un abismo, y te impulsan a mirar a tu alrededor. Las que transmiten una pasión por la vida y por lo que hay en ella que te impulsan a leer, a sentir, a gozar. Una de ellas me dijo una vez que cuando venimos al mundo nos meten en una habitación. Hay gente que se contenta con ponerle unos pocos muebles, una silla, una mesa y poco más. Y vive en esa habitación toda su vida. Nada le importuna, ni se preocupa por los vecinos. Siguen hipertérritos en ella. Pero luego hay otro tipo de gente. Son los que abren la puerta de la habitación y salen. Y descubren cosas. Algunas nuevas, otras viejas. Cosas placenteras y también desagradables. Y pronto ven que cada habitación contiene múltiples puertas que conducen a otras habitaciones. Y son conscientes de que jamás conseguirán verlas todas, pero sienten esa curiosidad que les descubre nuevas sensaciones, nuevas experiencias. Nuevas vidas.

Recorrer esas habitaciones solo es difícil, aunque a veces venga bien hacerlo. Pero yo prefiero, aunque sólo sea de vez en cuando, pararme y comentar con algien lo que he visto. Y escuchar lo que ha visto él. O ella. Observar cuál ha sido su reacción al recorrer esa habitación que yo ya he visto y dejar que me seduzca con su relato de lo que ha presenciado, para ir tras la ruta que recorrió.

Pero eso, efectivamente, requiere calma y algo de reflexión. Los datos por sí solos no significan nada. Hay que conectarlos a la experiencia vital para dotarlos de sentido, y para eso hay que pensar. Mucho o poco, pero hay que pensar. Desgraciadamente es difícil encontrar a alguien en un descansillo dispuesto a contar lo que ha visto. Y con frecuencia es gente que ha visto más que uno, pero no son muchos los que se muestran dispuestos a mostrarte su ruta.

rafa dijo...

A mí,desde luego, reconozco que no es fácil pararme en un descansillo porque no soy de lenguaje oral ni me gusta que los vecinos me escuchen detrás de las puertas (por supuesto debido a mi timidez y a mi inseguridad ante el público)pero nunca me ha supuesto un problema expresar mis opiniones o manifestar mis sentimientos (dentro de un orden moral) si estos se me requieren. Sin embargo debo reconocer que muchas veces permanezco impertérrito ante determinadas situaciones porque yo creo en el indivíduo como ser capaz para resolver sus propios problemas. La situación siempre se complica porque hay personas que quieren ejercer su hegemonía sobre las demás sin importarles las consecuencias que puedan acarrear.A lo que sí que estoy dispuesto es a aprender siempre.El problema de los que hablamos poco es que te meten en esa habitación con esos pocos muebles y te incluyen entre ellos un ordenador conectado a Internet y .......te quedas solo.

Kurro dijo...

Je, je, je.
No me refiero tanto a la comunicación oral (no era más que una metáfora, simple, si se quiere). A pesar de que podrías considerarte una persona poco habladora no creo que seas, ni mucho menos, poco comunicativo. Más bien al contrario. Con frecuencia me topo con gente que habla mucho pero comunica poco. Tal vez porque en el fondo lo que les molesta es el silencio, o también porque quien escucha no está dispuesto a hacerlo (en esa situación me he visto en más de una ocasión).
Quizásdebido a algunas de las personas que me han rodeado, he aprendido a que una palmada, una sonrisa o una simple mirada pueden comunicar más que cientos de palabras. No todo consiste en mover los labios y la lengua a la vez: eso valía para la academia de inglés de "No me pises que llevo chanclas".
Los contextos también nos influyen. Yo, por ejemplo, no suelo encontarme hablador en circunstancias festivas. Sencillamente porque no se me ocurre mucho que decir, aparte de los sempiternos tópicos. Sin embargo, me muestro mucho más locuaz frente a dos o tres interlocutores, con un refresco en la mano y poco más. Tal vez la pantalla del ordenador sea el contexto en el que te sientas más agusto, pero no reo que estés solo. Al menos por lo que a mí respecta.

rafa dijo...

No es que ante el ordenador me sienta más a gusto, sino que antes si querías escribirle a alguien tenías que meter la carta en un sobre, pegar los sellos y buscar un buzón para echarla al correo,lo cual resultaba bastante menos cómodo. Además hay que reconocer que Internet es un pozo de conocimientos sin fondo, en el que se puede explorar durante varias vidas sin llegar a su final. No me refería a que tuviera una sensación de soledad. Yo, aunque sea algo solitario, nunca me he sentido solo.Quería referirme a que muchas veces, sin proponértelo conscientemente, te vas aislando de los demás. Y el ordenador, según el uso que se le quiera dar, contribuye mucho a ello.
Agradezco mucho tu apoyo incondicional y espero hacerlo recíproco. Lo que me da rabia es que, habiendo gente en la familia o fuera de ella que podría entrar a debatir asuntos que en ocasiones se plantean, no lo hagan. Y no creo que sea por falta de tiempo. A mí está claro que me sobra, pero a tí creo que no tanto.
Por cierto,ya me contarás un día cómo van tus nuevos negocios.

Pepe Sanchis dijo...

Ya hace tiempo que estuvimos hablando de este asunto, en el último acto al que asistí, el 7 de julio.

La verdad es que yo también disfruto mucho con el juego dialéctico, seguro que Kurro asiente ;-).

En cuanto a tu queja de que la familia no participe más en este tipo de comunicación, te doy la razón. Aunque no creo que sea tanto una falta de tiempo como el pudor o vergüenza de participar en un foro con algo más de altura que la conversación intrascendente.

Además uno no recuerda exactamente sus palabras, con lo que hasta puede que las recuerde brillantes, pero si que puede releer lo escrito y decidir que no describe exactamente lo que siente en ese momento.

Echo mucho de menos las charlas con algunos de vosotros y que, por razones varias, he ido perdiendo.
Quizás esta web tan apasionada me devuelva la oportunidad.

Espero no haber recogido el guante demasiado tarde.

Me resulta muy grato poder entrar en vuestra charla a dos.

Por cierto, soy Pepe el de la barba, pero el qe la tiene todavía negra... hay tantos Pepes y tantas barbas...